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No mira nada; guarda en su interior su amor y su miedo: eso es la mirada.
Roland Barthes.
Volver a ella, a mi mirada
desempolvarla, soplar esas pelusas adheridas a las pestañas infinitas y
rectas que tienen su nombre
curvar ese camino desvencijado, tocar con las yemas de los dedos la poesía
frágil que se esconde en las pupilas
confiar en ella
saber que la ceguera es cubrir el rostro con las manos y entreabrir los dedos
dejando que se cuele la parcialidad del mundo
entornar los ojos y con ellos los días, bajar de a poco la persiana que nos
cubre de la luz que lastima
sentir el alivio de la lluvia leve en el cuerpo,
esa que refresca y nos hace abrir los brazos
confiarle a ella la cajita despintada donde guardo mi amor y mi miedo,
pero antes cortarme bien las uñas para no descascararla
bajar las manos y saber que el silencio y el bloqueo ya no son necesarios
que es demasiado lo que hay
lo que hubo
lo que habrá
para que otro hable, escriba
(o calle)
su rencor.
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