ayer ordené y arreglé y
cambié de lugar, y ví renacer objetos de la oscuridad, y ví resplandecer otros
que siempre estuvieron, y ví que ahora (ahora) hablaban de otras cosas
y ví a esos niños que
siempre nos miraron, que siempre te miraron (porque un día fueron tu regalo) y giré
el cuadro y sonreí: me había olvidado que le había puesto título
le había puesto título a
tres pedacitos de historia, a tres instantes endemoniados que nos partieron la
retina por la mitad y nos hicieron volver enmudecidos (enloquecidos,
enceguecidos, enardecidos…)
me preguntaba no qué nos
dicen, sino qué les decimos nosotros, después de decir nosotros.