jueves, 27 de octubre de 2011

Caracoles en el vientre

¿cómo?

¿alguien tiene más para decir ahí adentro?

pero no parecen voces lejanas

porque separás el caracol de tu oreja y las seguís oyendo

y sin embargo no hay nadie adentro ni afuera

Mario Ortiz, El libro de las formas que se hunden.




Desanudar se parece tanto a desanidar (y a desnudar, y a desandar), como hoy todo lo que soy podrá parecerse un día a lo que en mí anida, se anuda, y se encamina.


No, me desdigo: hoy SOY un nudo irreductible, un cobijo irremediable, un camino por surcar.


Mi cabeza toca mi ombligo, y escucho susurros acaracolados, toco huellas imperceptibles, construyo párpados de miel, relato una nueva historia, que es nueva porque aún no ha sido, que es vieja, porque allí ya estuve, y que ES porque no me dejo vencer.


“los caracoles son ecos que no susurran” escribí, y hoy sostengo mi escucha en una corriente eterna que me dice, a gritos: los caracoles no se desanudarán jamás. Porque en su nudo de memorias, en su espiral narrativa, en su centro enmarañado, allí, justo allí, se encuentra el relato que me habita.





…porque vos sabés como todo el mundo sabe

que un caracol no dice nada

y no guarda secretos para nadie

y sus sonidos

son las mareas sanguíneas que desembocan en el tímpano

y se amplifican contra el nácar de un caparazón puesto a oráculo:

un espejo sonoro frente a tu oreja

el oído escuchando al oído

Mario Ortiz, El libro de las formas que se hunden


sábado, 15 de octubre de 2011

Equilibrio



Bélgica, de Chantal Maillard



Sin embargo...

Sin embargo,

sin embargo,

sin embargo... No me

fío de mí. Nada es

permanente. Menos

lo es la palabra. Esto

tampoco,

esto tampoco,

esto tampoco. No me fío,

no te fíes de quien

dice, de quien

habla, de lo que se

dice, de lo que dices,

de lo que digo,

no me fíes,

no te fío.

La lucidez es una chispa, un

estado de conciencia

en las multiplicadas estancias

de la conciencia o que hacen

conciencia, las estancias

que se alargan, se prolongan, se

continúan, y así

se le llama conciencia

a aquella continuidad.

No me fío, no te

fíes de las estancias,

se estrechan,

se acortan,

se invaden,

desaparecen,

la lucidez es un instante

entre estancias,

ventanas en la mónada que

si permanece bajo

la luz del foco se hace estancia,

también ella, y sufre

las mismas convulsiones.

Sin embargo,

sin embargo,

sin embargo... lo

que intuyo ahora

se borrará mañana,

luego,

ahora,

apenas se haga pensamiento,

conciencia: estancia. Atrapamos

la sensación que invade las entrañas,

muy abajo,

muy adentro,

muy homogénea, la atrapamos

y la hacemos eso: "sensación",

la nombramos,

la describimos... la perdemos. Ya

no es ella, ya no es eso, ya no es.

Aún está allí pero

no es lo que digo,

lo es apenas,

no es lo que oís,

no es eso, no

os fiéis,

no me fíes,

no te fío.

De nuevo cae la tarde,

mengua la luz.

Los colores del otoño vienen del oeste,

decía aquel poeta chino.

El mundo está en mí.

No me apartaré.

Acojo todos los colores, el

estío dentro de mi otoño,

porque sé que no

hay fin, que no habrá término.

Todo comienza y termina en mí.

Yo soy el infinito proyecto de mí misma

por encima de mí

me sobrevuelo.


(Gracias Sergio, las palabras hacen equilibrio)