sábado, 11 de diciembre de 2010

Caja de música




“Música del Japón. Avaramente
de la clepsidra se desprenden gotas
de lenta miel o de invisible oro
que en el tiempo repiten una trama
eterna y frágil, misteriosa y clara.
Temo que cada una sea la última.
Son un ayer que vuelve. ¿De qué templo,
de qué leve jardín en la montaña,
de qué vigilias ante un mar que ignoro,
de qué pudor de la melancolía,
de qué perdida y rescatada tarde,
llegan a mí, su porvenir remoto?
No lo sabré. No importa. En esa música
yo soy. Yo quiero ser. Yo me desangro.”

JLB


(A mi abuelo, porque sus regalos no dejan de volver)


Y un día escribí mi ausencia enterrando manos en la arena, hundidos los ojos en su calma, en su tristeza, en sus días y mis días, refugiados juntos en recuerdos, en nudos apretados.

Y ya no supe más de azules de acuarelas, de trazos de pinceles sobre el cuerpo, de música, de miel, de oro.

Sólo ensucié mis rosas zapatillas, y las cintas se enredaron en las pantorrillas y el rodete deshecho entre los dedos, ya no supo más de mis texturas al crochet.

Y escribiendo más ausencias se abrió aquella roja caja, y la bailarina danzaba aprisionada, y los cajones rebosaban de anillos y pulseras de hadas dormidas.

Y allí estaba, estremecido, enrollado, cobijado, rodeando con los brazos sus rodillas, ese instante pleno de sentido, tan pleno, de tan vacío, tan azul, de tan sonoro.

Porque allí,

en su música de nidos,

yo quiero ser,

y siendo,

me desangro.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

entre sin querer y me voy, tambien sin querer. muchas gracias por lo inesperado.

Karen dijo...

Gracias, por ese "estado de abierto" que implica dejarse atravesar por lo inesperado...
saludos