miércoles, 28 de septiembre de 2011

Más ventanas



Recostada en el sillón, las cortinas hasta la mitad, leo. Me distrae una sombra: un hombre se para frente a mi ventana, sólo veo su rostro, arrugado, y parte de su torso. El punctum son las manos. Mira hacia abajo, y sonríe. Le habla a alguien, un niño, supongo, aunque la ventana no me permite ver más. Saca un caramelo de su bolsillo, lo pela, lo examina, lo palpa. Es duro, muy duro. Lo introduce en su boca, lo mastica un poco, se lo quita de la boca y se lo da al (que supongo) niño. Sonríe, le tiende su mano, y siguen su camino.


(Veronique tenía razón: sumergirse en las crónicas de Clarice Lispector dan ganas de escribir...)

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