No hago genealogía cuando revuelvo esos
desvanes
No me cubro de cenizas, no me vuelvo gris.
Bailo un poco con los muertos, me enrosco en sus cuerpos
Aferro esos huesos tristes, y me hundo.
No hay historia. La memoria ni siquiera está
enterrada, no está, nadie recuerda, ni a Ofelia, ni a Inés, ni a él. Hay
agujeros que son abismos desmedidos. Vacíos de recuerdos, el mantel de hule y
margaritas, los caracoles purgándose en polenta, su vestido abotonado, la casa
de atrás sin terminar, un gato jugando
con un ovillo de lana blanca, ella que se enreda en mi cuerpo y se cae, se cae
y ríe, porque soy chiquita y no puedo levantarla. Y se queda tirada en el piso hasta
que llega el abuelo y me retan, me gritan, pero ella ríe y dice: no es nada. Mi
madrina con los ruleros puestos horas antes de su casamiento. Mi pelo corto a
lo varón porque no me dejo peinar. Los cancanes corridos de tanto tirar, pica,
pica, le digo a mamá. El cuello con florcitas del vestido que me obligaron a
vestir. No llores, dice Ofelia, no llores que ahora viene el vals. Y bailamos.
Y nos sacaron esa foto, estoy llorando,
en sus brazos, bailando el vals.
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