Enredarse en los propios pliegues,
en esos jirones de piel que se hacen en las articulaciones de la memoria, en
los dedos que se rompen de tanto arrancar. Un laberinto muscular intrincado,
desconocido en sus recovecos, sin salida, pero también sin entrada. Recorrer
líneas rectas o curvas resbalosas. Deslizarse entre los acontecimientos (o no
querer despertar).
No hay comentarios:
Publicar un comentario