miércoles, 23 de junio de 2010

Ventanas al vacío



Con la cabeza erguida

también el caracol

se me parece

Shiki.

Leí que Shiki, el poeta doliente, pasó gran parte de su vida postrado en una cama, pudiendo únicamente ver el acontecer del mundo a través de su ventana. La alusión al caracol en el haiku del comienzo parece ser una bellísima imagen simbiótica entre ambas cabezas, erguidas, curiosas, de salvaje y pasmosa lentitud.

Hoy, en el ómnibus, me asaltó una imagen. Una anciana muy pequeña y peinada con rodete espiaba a través de su ventana, mientras sostenía la cortina blanca con su mano izquierda. Por su postura estaba sentada, mirando pasar. Mirando como todo o nada pasaba. Y me asustó un poco el haber podido recordar tantos detalles en la fracción de segundo que tardó el ómnibus en pasar delante de su ventana. En ese mismo instante me acordé de Aurora, mi vecina, que vivía a la vuelta de casa, sobre Tarapacá. Aurora tenía un rostro enmarcado, era un cuadro. Y es que nunca nadie había visto a Aurora salir de su casa. Nadie la había visto de cuerpo entero. Aurora vivía su vida, y construía el universo, a través del marco de su ventana, que era de madera, pintada de blanco. Allí pasaba las horas, “chusmeteando”, decía mi abuelo.

Yo prefiero creer que Aurora emprendía un viaje maravilloso cada día, sin moverse de casa, o mejor dicho, moviendo su casa con su ventana como epicentro. Y siempre preferí creer (y ya casi estoy segura) que el estar ante la ventana no era ni fue, un estado de espera. No es el mismo “estar” de quien espera que alguien llegue, o constata que alguien efectivamente partió, sino que es el estar por estar (algo parecido al WU WEI, ese no obrar taoísta que nos permite participar del natural desarrollo de la vida, y que nos hace sentirnos atravesados por él).

Siempre me detuve en aquellas personas, excedidas de experiencias, con los rostros surcados y el cabello húmedo de narrativas, que, simplemente, se sientan a observar a través de sus cristales, con ese gesto de estar ante el vacío. Porque cuando los observo detenidamente, veo que están mirando “nada”. Sus ojos están en otro sitio, sus modos de ver, son modos de mirar un no lugar, y me da una terrible envidia. Siempre sentí que asistían al despertar natural de las cosas, que lo habían comprendido todo desde su ventana, que eran los testigos perfectos de la humanidad, porque ante el velo, lo habían rasgado para poder atestiguarse a sí mismos.


2 comentarios:

Natalia Martirena dijo...

mi abuelo de 95 tiene la mirada sin fijarla en ningun punto, acostado mira a lo lejos. Es verdad que la mirada de los viejos(digo viejos porque me gusta la palabra) es diferente, y si ampliamos un poco su mover mas lento, mas difuso y sin precision los hace entrar en otra danza. La danza de espiar? de ser espectadores de otra velocidad ? o como dice Deleuze, de moverse lugar sin necesidad de desplazarse.Quizas como percibiste en Aurora. Ojala asi sea..... cuando nos toque. Mi cabeza erguida como la del caracol!!!

Karen dijo...

La mía también! y eso de movernos sin desplazarnos de lugar...qué giro hacia el abismo, (sólo para equilibristas)
beso Nati