jueves, 11 de octubre de 2007

Mezclar

La raíz tenía un agujero por donde salían los chicos. El supuesto árbol tenía hojas verdes en dos tonos. Los guardapolvos rosas y celestes a cuadritos se agolpaban en la entrada. Los chicos gritaban, se reían enloquecidos, contentos. No era un pelotero, era una especie de minibosque rodeado de dinosaurios de madera con ojos desorbitados, muy graciosos, pintados de violeta. La paz en una tetera en el suplemento de espectáculos atrajo mi atención: generar tiempo, generar, tiempo, eso me atrajo. Me acuerdo de esos días donde el tiempo era infinito, donde ya no quería medirse, donde sólo estaba ahí, conmigo. En cambio ahora ya no había armonía, ya no me completaba. Ahora yo era cajitas, desmembradas, desparramadas al azar, como si alguien las hubiera pateado, descuidado, y así las hubiera dejado.
Me acuerdo de esos días en que los amigos tenían tiempo, en que tenían, en que eran amigos, en que eran, en que. Las nenas corren, se resbalan en el puente del árbol, son flores rosas. El cordo me dijo que un día me iba a encontrar así, sola, tomando algo, sola, sin querer compañía, doblando la bombilla de plástico hacia adentro del vaso, doblándome, hacia adentro. – Vos hacés cartas de color rojo, yo de azul, las tiramos en el piso y los chicos las van dando vuelta–, explica una maestra jardinera a otra, entusiasmada, como si hubiera planeado el curso del universo con crayones. Me acuerdo de Liliana, mi primera maestra, ojos vidriosos, boca roja, tocaba el piano. Me llamo Ofelia, O-fe-lia. Liliana nos invitó a su casa, y tocó el piano. La atmósfera era tan seria, tan formal para chicos de 6 años. Pero Liliana se lució, y su mamá trajo el té; con torta, venía el té. La bandera, el elástico, la obra de títeres en que me tocó ser cantante de ópera, vecina molesta, finalmente asesinada por sus vecinos. Colores que se mezclan, el rosa, los cuadritos, el celeste, esa sonrisa eterna, esa inocencia disfrazada de frescura que no durará.
Ya no sabe igual mi té ante ojos ajenos, y sí, a ellos les falta té (¿o es que a mí me sobra?). El peor de los errores, la ausencia. Y esta chica, esta chica que mezcla té, que mezcla sabores, olores y colores, me gustaría intuirla, una vez, verla obrar, ver si sabe, si lo sabe, si ha comprendido de qué se trata, que no se trata de nada, que es nada. Pero creo que ella, solamente, mezcla té.

Fragmento de Ausencia de té (en prensa: Bahía Blanca, 17grises editora, 2007). Publicado en La Posición 11/12, Bahía Blanca, 17grises editora, setiembre de 2007)

4 comentarios:

. dijo...

Bien, bien. Ahora la cosa está en tis manos. Quiero fotos y textos, nenita.
Beso

Karen dijo...

Para que veas que cumplo...beso.

. dijo...

Colección: Íntima en las etiquetas, nena, así con un click después sale toda la colección. Menteeeendés?

Karen dijo...

Bueno, bueno, el tonito, q estoy debutando che!