martes, 10 de junio de 2008

Living Room

Será verdad que no puedo escapar de mis cuartos. Quizás cambie la forma, el color, y hasta la sensación de libertad al pasar de uno al otro, pero todo se reduce por momentos a un escape eterno, pasando de cuarto en cuarto, siempre con la ilusión de abandonar la casa.

Las paredes sucias se me vinieron encima aquel día, todo me resultaba tan pero tan pequeño. No habían pasado tantos años en realidad, pero mi mente había realizado un prolijo y preciso trabajo de suspensión realmente envidiable. Una demolición espacial única. Había pactado con mi memoria, y ahora, ese pacto no existía. Sólo abrir la puerta y el cuarto pesado se me cayó encima. No sé qué pesó más. Si el olor a tabaco, a perro sucio, a persona sucia, o el volver a ese instante de la huída, eternamente repetido.

Todo estaba en el mismo lugar, y luché tanto, pero tanto contra aquella idea imposible. ¿Cómo puede ser?, ¿es realmente posible que las cosas no cambien, que sólo acumulen polvo, pero el recuerdo y la carga no cambien EN ABSOLUTO?.

Y sobrevino la inmovilidad, MI inmovilidad, aquella que no creía posible. El, no se había ido jamás. Ella, lo obligó a permanecer. Era ella en realidad, quien había muerto hace tiempo atrás, y el recuerdo de él parecía ser el único vestigio de vida en el lugar.

Yo ya no estaba, creo, no, sé, con total certeza, que nunca estuve allí.

(¿Cómo olería su vida?, era, para mí, tan cercano al olor de lo que debe ser la muerte…eso olían mis ojos).

Nunca estuvo nadie en el living room. Era el cuarto más vacío del mundo. Y el más pequeñito. ¿Porqué el concepto de espacio es tan amplio en la infancia?, todo es tan inmenso y el cuello duele de mirar siempre hacia arriba. Las rodillas siempre están sucias cuando uso la pollera rosa. Y el pelo me lo cortaron porque no me dejaba peinar, y parecía una “negrita de la villa”. Mejor cortar por lo sano, y cortarlo. Mejor cortar por lo sano, y encerrarla en el baño para que se le pase la rabieta, o sentarla en la sillita de mimbre roja en el rincón donde comía el colita, mirando la pared. Porque no quiero más chicos, porque vos viajás y yo estoy sola todo el mes. Con ella. Sola con ella. Por eso. Al rincón.