martes, 24 de agosto de 2010

Alicias


Un instante más y Alicia había pasado a través del cristal y saltaba con ligereza dentro del cuarto del espejo.

Lewis Carroll, Alicia a través del espejo.


En mis manos, hoy, se derriten los espejos. He llegado a descubrir que este mundo se empecina en mostrarme mis propias construcciones de aquél otro mundo, el que un día creí ficticio, como real.

Y hay dos alicias que dibujan su rostro ante el espejo, que recorren con los dedos las líneas de sus rostros como si fueran infinitos, interminables, de lúdicas fronteras.

Se abre el libro y las letras invertidas se muestran y perciben con naturalidad. Y ya no se sabe quién escribe y quién lee, así como no se sabe quién derrama la tinta, y quién la recoge, devolviéndola a sus venas.

Pero Alicia sabe que hay otra Alicia. Y también sabe, que ante el espejo, se derriten la realidad y la ficción, y sólo queda ella.

Y su cristal.




martes, 10 de agosto de 2010

Buen Karma


Hoy terminé un artículo sobre el genocidio camboyano. Adjunté al trabajo casi veinte imágenes de Tuol Sleng, donde funcionó el centro de torturas, detención y exterminio S-21.

Las imágenes eran mías…

Lo eran, no porque hubiera tomado yo algunas de las fotografías, sino porque ser turista del horror hace que ciertos signos de la pertenencia me invadan repentinamente.

Signos que van, poco a poco, descamando una carne que en esta instancia busca la no repetición.

Por eso, la imagen (tomada por Guillermo) que elijo para cerrar esa marca instaurada, es ésta:



Los pájaros de What Phnom, que, dicen los camboyanos, si uno los libera, tendrán buen karma por siempre.

Y no me importa que haya que pagar por su liberación.

Y no me importa que me hayan contado que estos pájaros están entrenados para volver a su jaula y ser liberados por un nuevo turista incrédulo.

Me importa, únicamente, que ya no conocen fronteras.